diumenge, 13 d’abril del 2008

Partie de Campagne


¡Abierto queda el cielo! Los misterios han muerto,
Ante el hombre, de pie, con los brazos cruzados,
¡En el gran esplendor de la rica natura!
Canta; ...y el bosque canta, y hasta el río murmura,
¡Una canción feliz que asciende a pleno día!...
-¡El Amor que Redime, amor y redención!

Arthur Rimbaud. Sol y carne (III)


El Arte dentro del Arte eleva a grandes posiciones una de las esencias más atractivas de la cultura: el lazo que se hilvana solo en el camino que el ser recorre hacia el aprendizaje continuado a través de los distintos senderos artísticos.

Es emocionante acercarse a un filósofo mientras se lee una obra. Observar un cuadro y ver en él la historia de una época, el sentido de una generación. O dejar que el ser se extasie cuando, visionando una película, se descubre a un músico, o a un pintor. Y lo más importante es que no resulta ajeno: si se sabe enlazar bien, el sujeto expuesto a las artes sucumbe en la propia sinestesia artística que los autores han preparado, primero, para ellos mismos y, después, para quien quiera disfrutar de su propia visión.

Partie de Campagne es una película que Jean Renoir rodó en 1936, a pesar de no estrenarse hasta diez años después. En ella, el hijo del pintor impresionista Pierre-Auguste Renoir se basa en un relato del autor francés Guy de Maupassant para esbozar la excursión que una familia de París hace en el campo un domingo del verano de 1860. La sinestesia existente en este film no se basa sólo en Maupassant, sino en todos los símbolos que el mediometraje recoge. Jean Renoir reune en 40 minutos algunas de las escenas pictóricas que toma de su padre, reflejándose así en el impresionismo para hacer un film que juega con la fugacidad y el trazo rápido de este movimiento. De este modo, Jean Renoir crea un relato fílmico que se considera no acabado. Este es también uno de los sentidos más interesantes de la película: así como los impresionistas pintaban à plein air queriendo captar la incidencia de la luz sobre el paisaje -algo casi momentáneo y pasajero-, Jean Renoir hace lo mismo en Partie de Campagne otorgando al espectador la posibilidad individual de hacer su propia interpretación. Buscando en sus sentidos la sensación que la luz, el paisaje y la naturaleza le sugiere.

Jean Renoir no se fija sólo en su padre sino que retrocede y avanza en el tiempo para buscar otras influencias. Destacada es la escena del columpio que recuerda a Fragonard, o la visión de la misma desde el interior del restaurante que hacen los dos conquistadores. Estos, sentados en una mesa cara a cara, recuerdan inevitablemente a Cézanne y los Jugadores de Cartas. Asimismo, los personajes de Monsieur Dufour (el padre) y Anatole (el ayudante de Dufour) se asemejan a la pareja cómica de Laurel & Hardy (el Gordo y el Flaco), y la estética general de las mujeres se toma de la que Renoir padre retrataba de los domingos de ocio parisino en los parques, los bailes y en las orillas del Sena.

Boating (1874), de Edouard Manet
Pintado el verano de 1874,
cuando Manet trabajaba en Argenteuil junto con Renoir y Manet


El almuerzo de los remeros (1881), de Renoir
El personaje de Rodolphe en Partie de Campagne
tiene una gran semejanza física
con la de los remeros de estas dos obras
(salvo por la camiseta picassiana!)


Aunque, probablemente, lo que simboliza mejor la propia narración del film es aquello que Fragonard recogía en sus obras. No es tan sólo la escena del columpio, sino lo que significa esa tela. Los placeres, caprichos y el juego amoroso y picante que Fragonard pintó asumen la frivolidad de la época de Luis XVI en la que, mientras el pueblo moría de hambre, los aristócratas galanteaban y se seducían entre ellos en los jardines versallescos. Así, Renoir toma un poco de este sentido para presentar la partida de campo como un escenario donde, en medio de la naturaleza libre, los placeres del amor también se liberan y se mezclan en esencia con los deleites que la naturaleza provoca en los personajes:

Madame Dufour (la madre): ¡Qué cosas tan raras! La naturaleza es misteriosa.

Henriette (la hija): Mamá, cuando eras joven... Bueno, cuando tenías mi edad... ¿Venías al campo a menudo?

Madame Dufour: A menudo, no. Como tú.

Henriette: ¿Y te sentías rara, como yo hoy?

Madame Dufour: ¿Rara?

Henriette: Sí. ¿Sentías una especie de ternura por todo? Por la hierba, por el agua, por los árboles... Una especie de deseo vago... Nace aquí y sube. Casi me dan ganas de llorar. Dime, mamá, ¿sentías eso cuando eras joven?

Madame Dufour: Pero hija mía, aún lo siento. Sólo que soy más sensata.

El columpio (1767), de Jean Honoré Fragonard

El beso robado (1780), de Fragonard

Así como Fragonard explicaba las convenciones sociales que se daban en las elites de la sociedad de Luis XVI y María Antonieta, Jean Renoir presenta el galanteo de unos conquistadores del campo excitados por la llegada de mujeres de París. El símbolo literario del ruiseñor como figuración del amor; los personajes masculinos engañados por la picardía de sus mujeres; y finalmente, y a pesar de todo, el triunfo de lo establecido por la sociedad por encima de los "sentimientos" son algunos de los tópicos casi trovadorescos que recoge el relato. Una vez más, el ser humano va en busca del paraíso perdido en medio del escenario bucólico de la naturaleza.

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Algunos trazos interesantes:

La pintura en el cine (Cinexilio)

Ballet Mécanique (1924), de Fernand Léger. La incursión de las vanguardias en el cine. Parecido entre la escena del columpio de Léger y la de Renoir.

Stealing Beauty (1996), de Bernardo Bertolucci. La naturaleza toscana deviene una vez más el paraíso perdido. Seducción, arte, poesía y pérdida de la inocencia en los rincones escondidos de las colinas toscanas.

1 comentari:

MBI ha dit...

De repente se amontonan las buenas entradas y no tengo sosiego para comentar, sólo para leer y disfrutar;pero ...aunque sólo sea agradecer.
Un abrazo agradecido.